Las olvidadas

4 de diciembre de 2007



Pintura: Firulete for export. Miguel Varela


El tango apareció en Buenos Aires, a mediados del XIX.


No fue un fenómeno musical que naciera entre los ombúes de La Alameda; ni navegó su ritmo por los Terceros que partían la ciudad avergonzada de ellos; no se refugiaron sus versos procaces en los Huecos de Lorea, ni de la Libertad, ni de Cabecitas.


Dicen que se generó en los burdeles del arrabal. Que comenzó sus requiebros en las carpas de las chinas cuarteleras, cerca de las actuales av. La Plata y Corrales o, en Palermo, cuando el colegio militar se encontraba por esos rumbos.


Allí unas mujeres pardas, mestizas, indias, alguna vez quizás, una blanca; atendían a civiles y milicos. No faltaban las guitarras, el baile, las coplas como antesala del comercio carnal. Pero si los primeros pasos de esta danza marcaron cicatrices en los patios de tierra, sería más tarde en La Boca y en el Dock, donde ser volverían inmortales en sus cafetines, clandestinos y chistaderos.


El desequilibrio entre los sexos que había producido la inmigración, que importaba predominantemente hombres jóvenes y solteros llevó a miles de muchachas a la mala vida.


Fenómeno que tiene sus causas: el pauperismo en el que se vivía; la condena social a que tenía un traspié; los sueldos miserables frente al despilfarro, esplendor y vida alegre de Buenos Aires; y las que cayeron en la trampa de la trata de blancas.


Los historiadores del tango, tienen aún una deuda pendiente para con ellas.


Porque no todas fueron Laura, o María la Vasca, o La Moreira.


Quedaron en el olvido esas pioneras, que despilfarraron sus vidas en un embotamiento atroz; bien documentado en la recopilación de coplas del antropólogo Lehmann Nistche. Ninguna esperanza, ningún atisbo de amor, ni de deseo. Un embrutecimiento existencial.


Ellas fueron las compañeras de los pasos inaugurales, las que inspiraron las primeras letras. Las que cargaron los rótulos de traicioneras y simuladoras. Las que no merecieron una sola palabra de amor.


Queda el reto de indagar, de reconstruir desde la vereda femenina, los orígenes del tango. De recordar a aquellas que sin serlo en apariencia, fueron también protagonistas.


Porque el tango, el tango es cosa de dos.





© Ana M. di Cesare

Artículo en Revista de la Universidad del tango
Vesión para Internet



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