Habían quedado temas pendientes y Juan Galo de Lavalle, el apuesto unitario, cabalgó hasta el campamento federal aún en las inmediaciones, para resolverlas con don Juan Manuel. Llegó agotado y como este se demoraba, lo venció la tentación de recostarse en un catre, donde se quedó profundamente dormido.
Juan Galo de Lavalle
Ese catre era el de Rosas, y cuando la multa que preparaba la lechada (leche y azúcar) para el mate de la tropa, descubrió al enemigo durmiendo en el sitio de su amo, fue a buscar ayuda para sacar de allí al intruso.
El caudillo porteño, impidió que despertaran a su hermano de leche (los había amamantado la misma nodriza). Fue entonces que la mujer se dio cuenta que había dejado la leche sobre las brasas, hirviendo suavemente, y que esta se había transformado en una crema amarronada.
Alguien tuvo el coraje de probarla, esos hombres se animaban a cualquier cosa. La cuchara pasó de mano en mano, en medio de aprobaciones. Acababa de nacer el dulce de leche.
Lavalle no se enteró, durmió hasta el día siguiente.
Juan Manuel de Rosas
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Resumen de artículo: Revista Galaxia Porteña. Año 1, Nro 2, Junio 2004