ADIOS KIOSQUITO - San Juan y Boedo, mano sureste



Los objetos se transforman en una suerte de amigo, a fuerza de verlos un día y otro.

Por eso hoy, me apenó profundamente, ver el kiosco de flores, de la esquina sureste de San Juan y Boedo, de cabeza en un volquete.

Creo que en los 30 años que llevo viviendo en este barrio, estuvo como un testigo de los cambios urbanos.



A sus dueños, los recuerdo de pasar frente a él, porque no me gustan las flores cortadas. Él era un hombre de aspecto hindú, que encendía sahumerios. A la mujer la tengo desdibujada, pero creo que por San Juan hacia el este, tenían un pequeño vivero.

Cuento esto, porque es un pedacito de la historia barrial, que se fue. Que quede un registro de su existencia.

Muchos clientes lo extrañarán. Vaya una a saber, que vendrá a reemplazarlo.

La huella de un pequeño espacio que perfumaba la esquina 





© Ana di Cesare